Aprovechar las tormentas y las crisis para el crecimiento personal
No pasa nada por tener un mal día, un mal momento o un mal asunto ya que las crisis son una valiosísima herramienta de crecimiento personal.
Ser consciente significa también aceptar los altibajos que la vida nos procura, que nuestro ego nos impone, que las circunstancias nos proporcionan…
No intentes vivir todos los días con una sonrisa falsa en la cara…
Si quieres llorar, llora, si te sientes enfadado, exprésalo, si estás irritado o molesto, acéptalo…
Vive y escucha tus emociones, pero te quedes allí pasivamente, asumiendo el papel de víctima dela vida…
Los malos días pasan, y podemos aprovecharlos para ahondar en nuestra sombra, para entender cuáles son las heridas escondidas que necesitan ser sanadas, cuales son los reales motivos detrás del malhumor…
Si aprovechamos las aguas torrenciales de las tormentas emocionales para limpiar nuestros adentros, si no tenemos miedos a los relámpagos y gracias a la luz miramos las zonas más oscuras de nuestros ser, si dejamos que el viento huracanado se lleve lo que ya no nos sirve…
Al final de la tormenta el aire será limpio, y habrá un maravilloso arcoíris brillando en nuestro cielo…
La queja estéril no nos sirve de nada, ni para avanzar, ni para mejorar, ni para cambiar lo que haya que cambiar, aunque no sea fácil hacerlo…
Pero podemos aprovechar el malestar para entender que es lo que no funciona y no nos hace sentir bien, para conocernos mejor y de allí asumirnos nuestras responsabilidades. Vividos así, los malos momentos y las crisis son trampolines para nuestro crecimiento personal, para una vida más plena y consciente y un bienestar más profundo y equilibrado.
El dolor, el malestar, el nerviosismo, el malhumor, la irritabilidad, el enfado… pueden ser grandes maestros…
Si en lugar de alejarnos de ellos, rechazarlos e intentar cambiarlos haciendo cualquier cosa, nos sentamos juntos a ellos y los escuchamos, podremos aprender grandes lecciones…
En los días de tormenta interior, sentémonos a la ventana a mirar la lluvia, escuchar el viento y dejamos que el tronar de los truenos nos sacuda por dentro…
Las tormentas siempre acaban, y los arcoíris aparecen…
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