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Cómo gestionar una mala experiencia con Mindfulness
A veces en la vida tenemos experiencias negativas, y el Mindfulness puede ser de gran ayuda para gestionarlas. Hay veces en las que las cosas no salen como queremos, las personas no son como nos esperamos o la vida nos sorprende con pequeños o grandes conflictos.
Hay veces en las que sencillamente lo que ocurre no nos gusta y nos provoca malestar.
Que estas malas experiencias sean más o menos banales, puede que nos dejen por dentro un rastro desagradable, una sensación agridulce o directamente amarga.
¿Qué hacer entonces?
¿Cómo liberarse de este mal sabor de boca?
Te cuento qué es lo que a mí me funciona la mayoría de las ocasiones: aceptarlo y dejar que pase.
Suena a resignación, pero es lo que en Mindfulness se llama aceptación, seguido a soltar y dejar ir. Hay ocasiones en las que es más fácil decirlo que hacerlo, pero ayuda a transitar el proceso de la forma más productivas, aunque no necesariamente más rápida.
Pero antes, es interesante preguntarse…
¿De qué surgen estas malas experiencias?
Puede ser por muchas cosas, pero en varias ocasiones las responsables son las expectativas que tenemos hacia algo, o alguien.
Todos tenemos puestos unas gafas, seamos conscientes de ello o no, a través de las cuales miramos el mundo. El enfoque que resulta depende de nuestra experiencia de vida, nuestros valores, nuestras prioridades, y también de nuestro momento actual. Hay un color de fondo que se mantiene en el prisma, pero luego hay matices que van cambiando según la etapa de vida que estemos viviendo, o incluso el día y momento concreto por el cual estamos pasando.
Es muy útil y necesario darse cuenta de esto, porqué al conocerlo, podremos comprender que como las llevamos puestas nosotros, así las tienen también los demás. Y este es el primer paso hacia la aceptación de lo ocurrido…
Las expectativas nos empujan también a etiquetar lo sucedido bajo conceptos como justo, equivocado, correcto, incorrecto, bueno, malo… es decir, bajo una dualidad y unos juicios que también se ven afectados por el color de nuestras gafas en el momento en el que estamos emitiendo la opinión en cuestión.
Por ejemplo, si estamos pasando por un mal periodo, será más fácil que nuestras gafas sean de color gris, o directamente negras. Esto nos llevará a tener un cierto tipo de expectativas hacia lo que debería, o no debería, ocurrir para que mejorara la situación. Todo lo que no cabe en nuestras expectativas, se llevará un juicio negativo, aunque en otra circunstancia no nos habría parecido tan grave.
Pero en realidad, lo que hacen las etiquetas y los juicios es limitar el campo de posibilidades, limitar la vida misma. Lo que nos sucede no es en realidad ni bueno, ni malo, sino es simplemente “vida”… Sucesos de vida…
En el camino de los juicios, están también los pre-juicios… y es inevitable que, si tenemos algún tipo de idea preconcebida frente a algo, o alguien, esto nos haga poner directamente unas gafas poco objetivas, y tener consecuentemente unas expectativas igualmente poco objetivas.
Hasta aquí, unos motivos, entre otros, por los cuales podemos tener unas experiencias desagradables, y ahora sí…
¿Cómo puedo gestionar una experiencia negativa con Mindfulness?
Una vez que ha ocurrido lo que sea que nos ha hecho sufrir, enfadar, molestar, mosquear o irritar, el daño está hecho. ¿Qué hacer entonces?
Como te comentaba antes, mi remedio base es aceptar, aceptarlo todo…
Aceptar significa dejar de luchar con lo sucedido y darse cuenta que, haya pasado lo que haya pasado, atrás no se puede volver, nos guste o no. Podemos solo cuidar el momento presente, y aprender de cara al futuro lo que haya que aprender.
Acepto la circunstancia, mis reacciones, mis emociones, las reacciones del otro o del ambiente. Doy espacio y tiempo a que todo aflore, sin restringirlo ni censurarlo, almeno por mis adentro. Hay un límite que siempre hay que cuidar, y es el respeto hacia la otra persona.
Pero dentro de mí no hay censura, porqué si algo surge, tiene que poder salir, o de lo contrario se quedará enquistado y puede que vaya a más. Pero al dejar espacio a que mis pensamientos y emociones se puedan expresar, las dejo ir, las libero y suelto, y llegará un momento donde esta carga y esta energía se disipe, para dar sitio a otra más apacible y pacífica.
Aceptar significa también tratarse y tratar la situación con compasión, con la consciencia de que estamos aquí todos para aprender, que nadie es perfecto. Aunque sí todo es perfecto tal y como es, aunque suene contradictorio.
La perfección tal y como la solemos abarcar es hija de las expectativas de las que hablamos antes, una meta inalcanzable que nos produce mucho estrés. El concepto de que todo es perfecto tal y como es amplía el horizonte, expandiéndolo hacia la posibilidad de que todo tenga un sentido más grande, de que las cosas son lo que son por un motivo que va más allá de nuestra razón.
Una consecuencia directa de la aceptación y la compasión es la capacidad de perdonar, y perdonarse. El perdón es otra forma de soltar, de dejar atrás algo que nos está haciendo daño, de liberar lo que ha sucedido en el sitio que le corresponde.
Seguir en el enojo, el rencor, el remordimiento o la culpa, realmente es algo que nos daña profundamente, y no cambia en absoluto la situación que haya podido pasar. El resentimiento es exactamente lo que la palabra nos dice: re-sentir, sentir una y otra vez lo que nos hizo daño. Y lo sentimos nosotros, no la otra persona, o una improbable máquina del tiempo que nos hace volver atrás para cambiar los hechos.
Darse cuenta de todo esto y aceptar nos ayuda a responsabilizarnos del proceso, de ser parte de él, de vivirlo plenamente, y de aprender. Esto no siempre ni necesariamente lo acelera, pero sí lo hace mucho más interesante y productivo. Se aprende y se crece gracias a absolutamente todos los “sucesos de vida”.
Quiero seguir aprendiendo sobre como gestionar las experiencias negativas con Mindfulness
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